1917: se descubren unos virus que destruyen bacterias
Imagen 1. Frederick William Twort.
Nació en 1877 en un pueblo inglés llamado Camberley, Surrey (ver imagen 1). Su vida estuvo llena de alegrías, aventuras, frustraciones, incertidumbres, ira y todo tipo de emociones que uno puede experimentar en su labor científica.
Era el hijo mayor de un médico y quería seguir los pasos de su padre. Por ello, a los 16 años emigró a la ciudad de Londres para ingresar en el St. Thomas’s Hospital y dedicarse a la patología (la rama de la medicina que se ocupa del estudio de las enfermedades) (Duckworth, 1976).
En 1901 se trasladó al laboratorio de William Bulloch, donde comenzó a aprender mucho sobre el extraordinario mundo de la ciencia, que fue utilizado por varios científicos especializados en microbiología (Thomas, 2014). Su reputación como uno de los mejores y más talentosos bacteriólogos de la región lo llevó a su nombramiento oficial como Director General del Instituto Brown en 1909.
Aquí se prestaban servicios veterinarios, y aunque no era un buen lugar para investigar, debido a las condiciones insalubres por su cercanía a los establos, se observaron por primera vez bacteriófagos en la Torre.
Descubrimiento “viral”
Los bacteriófagos, antes que los antibióticos, fueron descubiertos de forma independiente por Frederick Twort en 1915 y Félix d’Hérelle en 1917 (Salmond y Fineran, 2015). Su descubrimiento se considera uno de los más importantes en la historia moderna de la investigación biomédica, ya que se consideraba una herramienta muy prometedora contra las infecciones bacterianas. Félix d’Hérelle, en 1919, en París, fue el primer científico en dar bacteriófagos orales a niños que tenían diarrea causada por la infección con la bacteria Shigella dysenteriae. Los niños se recuperaron en 24 horas (Sulakvelidze y Kutter, 2005). Sin embargo, cuando la penicilina, el primer antibiótico, fue descubierta por Sir Alexander Fleming en 1928, los bacteriófagos quedaron relegados a un segundo plano.
Como todos los virus, los bacteriófagos están compuestos por una envoltura proteica protectora llamada cápside, que se asemeja a una cápsula de alunizaje, similar a la que llevó al hombre a la luna (ver figura 1). Dentro hay material genético, que puede ser ácido desoxirribonucleico (ADN) o ácido ribonucleico (ARN). Los bacteriófagos se clasifican según la forma de su cápside (si tienen cola, si la cápside tiene formas diferentes, o si es filamentosa o poliédrica; ver figura 1).
Información básica sobre fagos
Los microorganismos y la humanidad han estado juntos desde los albores de nuestra especie, resultando en buenas y malas interacciones. Muchos microorganismos son beneficiosos para los humanos, mientras que otros pueden causar enfermedades. Entre los microorganismos más conocidos encontramos las bacterias y los virus. A diferencia de las bacterias, organismos procarióticos unicelulares, los virus son parásitos intracelulares obligados, lo que significa que requieren un huésped para completar su ciclo de vida. Están compuestos por los ácidos nucleicos que componen su genoma y las proteínas que lo recubren. Inertes en el medio extracelular, son capaces de reconocer a su huésped de forma muy específica. Tan pronto como son reconocidos, inyectan su material genético (es decir, su genoma) en el huésped, secuestrando su maquinaria celular para replicarse y producir descendencia viral. En general, hay virus que pueden infectar organismos de los tres dominios de la vida (bacterias, arqueas y eucariotas) y, de hecho, son altamente especializados: cada virus está especializado en reconocer una pequeña variedad de huéspedes. Por ejemplo, los virus que infectan bacterias, llamados bacteriófagos, solo reconocen algunas bacterias y nunca podrán reconocer o infectar células eucariotas. Dentro de los virus eucariotas, los virus vegetales son muy diferentes a los virus animales, y dentro de los animales habrá virus que infecten a un tipo de célula u otra.
Figura 1. Ejemplos de micrografías de fagos, bacterias virus, donde podemos observar su diversidad morfológica. Estas micrografías han sido obtenidas en el Laboratorio de Virología Ambiental y Biomedicina del Instituto de Biología Integrativa de Sistemas (UV-CSIC)/Pilar Domingo-Calap
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