Qué día del año corremos más riesgo de morir
“Hay un riesgo que hay que correr.” George Bernanos
Pensamos, con mucha gente ya vacunada, que esta Navidad sería más tranquila que la del año pasado. Y he aquí, justo cuando creíamos que la pandemia había terminado, una nueva versión del virus ha provocado un aumento alarmante de contagios. Nuevamente, es hora de armarse de paciencia. La vida nos ha demostrado más de una vez que una cosa es necesaria y otra posible. Tendremos que conformarnos con lo cercano, con los contactos más cercanos, y huir de una gran celebración. El abandono de viajes y reuniones se acumula y pasa factura en el alma. Pero el comienzo de un nuevo año siempre nos invita a renovar la esperanza, aunque la realidad insista en ponérselo más difícil. Parece absurdo tomar resoluciones que pueden verse entorpecidas por el singular paso de los días o por nuevas restricciones. Y a esto se suma el hecho de que puede ser cada vez más difícil encontrar su magia durante la Navidad. Quizás el regalo o la cena de compromiso, los amigos invisibles y los mensajes reenviados cuando nuestro nombre ni siquiera es visible, reemplazaron la inocencia de otro tiempo. La confianza en otro mundo posible sufre cuando vemos las perspectivas de otras personas. Ya no escribimos cartas a los Reyes Magos y no esperamos con ellos la distracción de aquel tiempo. De lo contrario, la fiesta de Navidad se ha ido hace mucho tiempo… Y, sin embargo, como dice el viejo proverbio alemán, “la esperanza es la última en morir”. Por eso, al enfrentar la realidad, también nos aferramos al clavo candente de la esperanza. Algunos esperan que en Navidad recordemos que ella llegó a la vida y también a la que mantiene vivas las cosas cotidianas. Un año que acaba de empezar es una buena excusa para rescatarla. La vida nos brinda nuevas oportunidades y un cheque en blanco que tenemos que cobrar todos los días. Nos da tiempo y está en nuestras manos aprovecharlo. Es inevitable pedir deseos o dejar aflorar los que llevamos dentro, y esperamos que el nuevo año sea mejor que el que acaba y podamos afrontar lo que nos depare. Y aquí aunque el panorama no es muy feliz: la luz que sube sin parar, el virus que no para, la imposibilidad de tener una vida completamente normal… Habrá que armarse de valor y hacer resiliencia y capacidad de vivir. . una forma de afrontar la vida. No hay otro. Habrá que juntar buena voluntad y esperanza, aun arriesgándose a que lo esperado no llegue. Para afrontar la vida se necesita esperanza. Queremos creer, aún contra viento y marea, que podremos controlar la pandemia, que no subirá el precio de la luz, que mejorarán las condiciones de vida de esa gente que se está deteriorando… Corremos el riesgo de que la realidad destruirá después nuestros sueños más optimistas, pero en lugar de inyectarnos sólo la –muchas veces– lúgubre realidad para seguir viviendo el almanaque no sería tan evitable. Lo ideal es suscribirse a la esperanza, aunque no al autoengaño. El recuerdo de estos días navideños nos traerá los próximos años. Pero ahora es el momento de vivir este. Tal vez sin muchas ganas, tal vez con desgana y hasta con miedo de que el nuevo año nos traiga cosas a las que no nos queremos acostumbrar. Ante el desánimo, no hay mejor antídoto que alcanzar aquello que hace latir más rápido el corazón, buscando el refugio sereno que ofrecen las cosas más sencillas, los detalles que dan sentido y luz a los momentos. Sin grandes planes, es posible que no se cumplan. Sin demasiadas expectativas que se pueden limitar. Más vale cobrar la cuota de felicidad que la vida nos da a diario. Sin dejar mañana lo que podemos vivir hoy; no llamar para después lo que se puede decir o hacer ahora. Porque si hay algo que nos recuerda el paso salvaje del tiempo es rendirse a un año más. Tendrán que pasar rápidamente las páginas del calendario. Es mejor no posponer nada de lo que queremos. Vivir es urgente. Sin estrés, pero sabiendo que los trenes que van no son interminables y que esto no volverá a suceder. Sabiendo esto, preparémonos para vivir otra Navidad sin compararla con otras porque puede estar mal en la comparación. Que vivamos este, el que tenemos, tratando de encontrar razones para seguir esperando que nos vaya a pasar lo mejor del nuevo año. ¡Arriesguémonos a esperar porque quién sabe cuántas cosas buenas nos esperan en el nuevo calendario…! Y, mientras esperamos, sin ilusiones ni emociones guardadas, con el corazón abierto y sin miedo, ¡viviremos!
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