Qué es el síndrome de Stendahl
Respecto a lo anterior, el Síndrome de Stendhal se asocia al turismo en grandes ciudades con patrimonio artístico como Florencia o París, que están repletas de museos, edificios emblemáticos y obras de arte.
Una hipótesis sobre su aparición es que provoca una reacción de desbordamiento emocional al sobrecargar nuestros sentidos con una belleza que el cerebro percibe como excesiva.
¿Cuáles son tus síntomas?
Los principales síntomas de este síndrome son los siguientes:
-Taquicardia.
¿De dónde viene?
El síndrome de Stendhal lleva el nombre de Marie-Henri Beyle, cuyo seudónimo era Stendhal. Fue un autor francés del siglo XIX que describió su experiencia con el síndrome de Stendhal en su libro “Roma, Nápoles y Florencia”.
Stendhal
Su nombre proviene de Marie-Henri Beyle, escritora francesa más conocida como Stendhal, quien describió la siguiente experiencia en su obra “Roma, Nápoles y Florencia”, publicada en 1817: “Estuve en presencia de una especie de éxtasis al pensar en encontrarme en Florencia… Envuelto en el reflejo de la belleza sublime, lo vi de cerca, lo toqué tal como era. Había llegado a ese nivel de sentimiento, donde los sentimientos celestiales que las artes y los sentimientos apasionados se unen. Saliendo de Santa Cruz, mi corazón no latía, caminaba con el miedo de caer “. Se refería nada menos que a la Basílica Franciscana de Santa Cruz, hogar de las tumbas de Miguel Ángel, Dante, Maquiavelo , Canova y Galileo, así como obras de Giotto, Donatello, Brunelleschi y Cimabue
El Vaticano es, sin duda, el lugar donde se acumula la mayor cantidad de riqueza por plaza área en todo el mundo. Incluso comparándolo con algún país de los Emiratos Árabes Unidos, y sin tener en cuenta lo que tienen bajo tierra. Después de pagar los 16 euros de la entrada a los Museos Vaticanos, nuestra mente se fundió en un torbellino de pensamientos y recuerdos: cuando el Padre Blanco Jesús fue destinado por más de 40 años a la República de Malí como sacerdote en la misión de Mopti, en África occidental, muy flaca, carcomida por la malaria durante años, nos hablaba de los niños que morían de hambre cuando volvía a España cada tres años. Lo escuchábamos, todavía pequeños así, con los ojos muy abiertos. Nos sentó a todos en el suelo y nos explicó cómo hacían escuelas con adobe a 50 grados a la sombra, y que muchos se enfermaban, sobre todo niños como nosotros, pero no había hospitales para tantos enfermos, por eso morían tan jóvenes. . .
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